Cada jueves de agosto iremos compartiendo una práctica del libro “Organizaciones ¡Vivas! 101 Buenas Prácticas para Humanizar el Trabajo” (Editorial Gedisa,) de nuestro consultor asociado PhD. Fernando Véliz M.
En esta práctica, Fernando reflexiona sobre cómo algunas empresas tradicionales, sus líderes en realidad, penalizan los errores de sus trabajadores, generando daños no sólo en lo psicológico y emocional, sino también en la confianza y en la oportunidad de aprendizaje.
Señala: “El problema de esta práctica autoritaria y destemplada es que, con el tiempo, las personas para evitar riesgos y malos ratos, dejan de emprender iniciativas. Por lo mismo, es habitual entender un error como un nulo aprendizaje; sin embargo, es todo lo contrario. Cuando una persona se equivoca lo que está viviendo es un profundo aprendizaje, ya que a partir de esa experiencia compara prácticas, reflexiona sobre lo realizado y, obviamente, concluye que el error no se puede repetir. Es decir, apunta a buscar la excelencia en futuras acciones similares desde lo ya vivido”.
Véliz explica además que un llamado de atención, un reto frente al error (y sobre todo cuando es social) genera miedo, desconfianza, frustración, humillación y desempodera a las personas. “No se trata de vivir en el error, el desafío es aprender de éste”.
Algunas preguntas a los líderes que hace Véliz:
- ¿Cómo reacciona Usted frente al error de algún colaborador de su equipo?
- ¿Con qué emociones se conecta frente a las fallas?
- ¿Busca generar algún aprendizaje de esas crisis?
- ¿Qué tipo de conversaciones realiza con el equipo frente a estos momentos complejos?
- Frente a los errores, ¿aplica conversaciones significativas, induce a preguntas?
A modo de aprendizaje, el autor señala que “una empresa que teme equivocarse es una compañía con muchos puntos ciegos, es una organización alejada de todo aprendizaje y reflexión colectiva y con esto se transforma en una institución con escasos recursos adaptativos. El miedo inhibe y, desde ahí, toda pregunta se transforma en silencio. De esta forma invisibilizar un error es fomentar la ceguera crónica dentro del equipo”.
Invitamos a los líderes a que realicen una reflexión sobre cómo se gestiona el error al interior de sus organizaciones.
Equivocarme y rápidamente aprender del error, nos permite crecer profesional y personalmente. Cuando el espacio laboral facilita este aprendizaje -y no lo castiga a la primera- las culturas se consolidan y mejoran los resultados. Para esto, los líderes tienen que facilitar los espacios que permitan mejores conversaciones de aprendizaje. Y para esto medir lo que las personas sienten y piensan de su empleador y su cultura es vital. ¿Cuán abierto estás a aprender de tus errores?
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