(Reflexión de Rodrigo Rojas Foncillas, socio consultor en Beside®)

Todos hemos escuchado que los índices de salud mental en Chile están siendo preocupantes. Según el estudio de IPSOS (de octubre del año pasado) el 62% de los chilenos creen que la salud mental es el principal problema de salud en nuestro país donde, además el porcentaje de 50% en 2020, aumentó al 62% en 2022.

Este año en el estudio del Observatorio Salud Mental en Chile (abril 2023) señala que el 79% de las personas encuestadas perciben la salud mental en Chile como “pésima” y de hecho muestra que el 29% de los hombres consultados tienen depresión, ansiedad y pensamientos intrusivos; que las mujeres tienden al consumo del alcohol y medicamentos para dormir para desconectarse del estrés y que los hombres tienden al consumo diario del alcohol.

Otro tema que aparece mencionado en el estudio del Termómetro Salud Mental ACHS (diciembre 2022) es el que hace referencia al “miedo a la delincuencia”. Este es el principal factor de estrés para los chilenos con un 67% de preferencia. Este estudio hace referencia también a que 1 de cada 5 chilenos/as “se siente solo” y que las cifras de depresión se han mantenido -e incluso aumentado- en comparación con estudios anteriores. 

Según datos que nos muestra un estudio de CIPER el 23,6% de los encuestados sospecha que tiene problemas de salud mental y el 45% dice que su estado de ánimo es “peor” o “mucho peor” que antes de la pandemia.

El informe de SUCESO, señala que las licencias médicas se incrementaron un 14,7% el año 2022 alcanzando 9,3 millones emitidas.  Por otro lado, desde la perspectiva de la salud mental el plan AUGE solo cubre el 5,9% de las patologías mentales. Hoy en el país tenemos cerca de 1.433 camas para atender los trastornos mentales y la necesidad es de 2.266 unidades aproximadamente; es decir solo se cubre el 63% de la necesidad. 

Por otro lado, un estudio del académico Jeffrey Pfeffer, de Stanford University, respecto al aumento de las enfermedades por el trabajo, también nos viene a mostrar que la salud mental está en juego y es uno de los principales temas que todas las empresas debieran gestionar, así como el Estado, de cualquier nación, producto de la calidad de vida que debiera ofrecer a sus ciudadanos y por supuesto, los costos que para un Estado implica personas enfermas. 

Salud en nuestros ambientes laborales

Veamos lo que pasa en las conversaciones que tenemos en nuestro país. Cuando conversamos con gerentes generales y de recursos humanos sobre las principales preocupaciones que tienen en materia de personas en sus empresas, solo algunos explicitan que la salud mental de su equipo es uno de sus principales intereses. Las prioridades de los ejecutivos están en atraer talento, mejorar la marca empleadora, potenciar el desarrollo profesional y la oferta de crecimiento que hacen a sus profesionales, buscar herramientas de flexibilización de su trabajo, o al menos parecer que son flexibles, en fin. Una serie de acciones e iniciativas que desarrollan como parte de su plan estratégico de personas. Algunos gerentes, los que tienen mayor claridad que la calidad de vida (desde la salud mental ) es un foco clave para el trabajo y la identidad de la empresa, declaran que quieren hacerse cargo; dicen “lo que le pasa a nuestro país pasa en una escala similar en nuestra compañía”. Nos comentan que quieren saber cómo se sienten las personas y quieren hacerse cargo de lo que les corresponde, pero no saben cómo hacerlo. Una de las preguntas de la conversación es: “¿hasta dónde separar los temas personales de los laborales?”, “¿cómo saber si el trabajo, si el ambiente laboral que tenemos impacta más o menos en la salud mental de mis trabajadores?”. 

En estas conversaciones, que parten siendo de negocios y siempre terminan siendo de personas preocupadas de mejorar la calidad de vida de otras personas (y los clientes, claro) habitualmente comentamos los atributos de la plataforma de medición de engagement y felicidad que aplicamos en las empresas (que está basada en estudios de neurociencia, que mide eNPS, que genera los key drivers centrales para trabajar y que se responde solo en 8 minutos ya que tiene solo 22 preguntas, que los resultados de van monitoreando en línea, por ejemplo). Pero luego pasamos -rápidamente- a conversar las zonas de preocupaciones que tienen los gerentes. Y claro, se entiende. Los líderes de las empresas quieren que su gente esté bien y quieren hacer cosas con este fin, pero no siempre saben qué palancas mover ni menos cuáles son elementos de las culturas que lideran que los están estresando y tensionando. Entonces la reflexión que algunos hacen es: ¿me tengo que hacer cargo de todo?

¿Debemos hacernos cargo?

Los líderes de las empresas “saben” que las exigencias laborales son parte importante de la vida de sus equipos, que separar la vida laboral con la personal es complejo (por no decir imposible) y que su plantilla está compuesta por personas de carne y hueso (y alma, y corazón). Lo saben. Y aunque muchas veces se dice que los problemas de la casa se quedan en la casa, sabemos que no es así. 

Y como lo sabemos, debemos hacernos cargo. Para esto lo primero es educar a los líderes a generar espacios de trabajo que sean prósperos y que puedan ser suficientemente sanos para poder llevar con esto las exigencias que el cargo nos exige y las metas siempre desafiantes que tienen las empresas. Entrenarlos en conocer que las tensiones y exigencias naturales del trabajo tienen que ser suficientemente adecuadas para no “quemar” a las personas. 

El síndrome de bournout sigue siendo una de las causas por las que las personas bajan su rendimiento y desempeño, se desconectan de los demás y pierden su motivación por el trabajo (y todo lo que los rodea en realidad). Reconocer que todos somos diferentes y que algunas personas pueden tener un nivel de accountability y resistencia diferente que otros, que no todos comprendemos y entendemos  lo mismo, en fin, tantas diferencias que nos hacen ser distintos, es quizá uno de los principales desafíos para quien lidera a un equipo de personas. 

Las empresas que se preocupen por sus niveles de salud mental, serán las que avanzarán más rápido a mejores condiciones de bienestar corporativo y esto naturalmente, les traerá mejores resultados, tendrán una identidad marcada y clara para el mercado, y su marca y reputación serán superiores. Todas las personas queremos sentirnos cuidados y bien tratados en nuestros lugares de trabajo y cuando esto ocurre las empresas han marcado la diferencia. Ya hemos comentado que las empresas que cuidan a sus trabajadores, y su entorno, tienen mejores niveles de productividad, innovación y fidelización de talento y por supuesto retorno.  

La salud mental y cuidar de ella tiene que ser una de las principales ofertas de valor interna que las empresas prometen a sus trabajadores y potenciales nuevos trabajadores; “reconocer” el real interés en este tema, aun cuando no tenemos todas las respuestas, estará mostrando que como empleador si quiero hacerme cargo. Este es el primer paso, declararlo. Cuando esto ocurre se abren posibilidades porque -si es genuino- las personas ayudarán a lograr los desafíos que hemos declarado, potenciando lo que en Beside® denominamos una #culturapróspera. 

La salud mental deberá ser una prioridad para las organizaciones que realmente quieran marcar la diferencia y ser sostenibles en el tiempo. Las empresas que no pongan foco en las condiciones y las características del trabajo que impactan  en la vida de las personas, de sus familias y del medio en el que están insertas perderán la oportunidad de atraer el mejor talento, las ganas, la energía y la creatividad y compromiso de quienes quieren trabajar para una empresa que los cuide. 

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