(Reflexión de nuestro consultor asociado, Francisco Monsalve Gallardo)
En el artículo anterior revisamos qué son los sesgos cognitivos, cómo se generan y el efecto que producen en nuestro ámbito de acción a la hora de tomar decisiones y cómo el hecho de no estar conscientes de ellos puede disminuir nuestra efectividad o bienestar, en particular en el ámbito laboral, ya sea cuando lideramos equipos o debemos cumplir los objetivos que nos proponemos.
En el presente artículo abordaré un par de caminos para hacer frente a los sesgos más comunes con los que contamos de manera de mitigar sus efectos y mejorar nuestra efectividad, tanto en la toma de decisiones como en el manejo de las relaciones con otros.
Lo primero que quiero traer a colación es lo que el Dr. Humberto Maturana por los años 70 nos regaló a través de su teoría del observador y la “autopoiesis”, concepto a través del cual el Dr. Maturana y Francisco Varela explicaron el funcionamiento de los seres vivos como organismos cerrados sin acceso al exterior más que por sus membranas sensitivas. (“De Máquinas y Seres Vivos”, Ed. Universitaria, 1ª Edición 1973).
Probablemente se preguntarán qué tiene que ver este concepto tan extraño con nuestros sesgos y la verdad es que mucho. Las implicancias de la teoría de Maturana y Varela hoy se aplican a una amplia gama de dominios del quehacer humano, en particular el management. La implicancia del modelo del observador para nuestros efectos radica en que las personas no tenemos acceso a una realidad independiente de nosotros y por tanto lo que hacemos ante la falta de información es interpretar o darle un significado a los datos que poseemos. Cada información que captamos del entorno la vamos relacionando a través de la interpretación generando explicaciones que sean coherentes para nuestro convivir. En resumen, realizamos supuestos para organizar nuestra vida.
Podríamos decir que somos una máquina biológica de realización automática de supuestos, no podemos dejar de hacerlos.
Ahora bien, hasta aquí está todo bien ya que son necesarios para darle coherencia a nuestro vivir, el problema se produce cuando esos supuestos los tomamos como verdades independientes de nosotros y asumimos que son parte del paisaje.
Veamos un ejemplo: estás por realizar una entrevista de trabajo y entra un postulante a tu oficina, quien se encuentra un poco nervioso porque es importante para él conseguir el trabajo, entonces percibes ese nerviosismo y lo asumes como inseguridad. A partir de ese momento durante la conversación intentará validar la inseguridad que percibió realizando una serie de preguntas que le lleven a confirmar dicha sensación. Si no estás consciente de dicha situación puede que el ambiente que genere en la entrevista mantenga el nerviosismo del candidato (que podría ser el adecuado para el puesto) por lo que se validará su percepción y descartarás al candidato sin darte cuenta de que tú tuviste que ver en la forma en que se desempeñó en la entrevista. Aquí estuvo presente el sesgo de primera impresión o efecto halo.
Veamos otro ejemplo. te encuentras en una reunión de trabajo junto a otros colegas discutiendo acerca de la mejor solución para lograr los presupuestos de venta del mes y percibes que uno de ellos argumenta en sentido contrario a tus ideas de solución, esto te lleva a pensar que quiere sobresalir y llevarse los aplausos por lo que decides dejarlo de manifiesto contraatacando con argumentos reactivos que apuntan a opacar la idea de tu aparecido contendor.
Finalizada la reunión tu jefe te llama a tu oficina para preguntarte qué te ha pasado por el comportamiento poco colaborador que ha visto en tí. Sorprendido por tal enjuiciamiento te ofuscas al ver que tu jefe no vio lo que tú has visto y, más encima, te apunta como poco colaborador.
¿Te parece conocido?
Pues bien, todo partió de una interpretación de una situación que asumiste como válida sin darte cuenta de que en dicha interpretación estaban tus supuestos jugándote una mala pasada.
¿Qué pudiste haber hecho entonces?
Los coaches decimos que lo que podemos hacer es chequear, es decir, antes de asumir como válidos los supuestos averiguar si tienen fundamentos o no. En este caso sería por ejemplo, no haber accionado de esa manera en público con tu compañero y luego tener una conversación privada con él para preguntarle si efectivamente tenía algo en contra tuyo. Aquí fuimos víctimas también del sesgo de resistencia reactiva que hablábamos en el post anterior.
Un segundo concepto para tener en cuenta es la importancia que tiene nuestro ser biológico y emocional en el convivir con otros. Por mucho tiempo se les ha restado importancia a estos dominios de existencia delegándolos a un segundo plano. Desde Descartes a la fecha se le ha dado un excesivo protagonismo a la razón y el pensamiento lógico llegando a suponer que los seres humanos somos seres racionales (Aristóteles ya lo había manifestado 300 a.c. y la teoría de Descartes lo que hizo fue reforzar dicho supuesto, entrampándonos aún más).
En la actualidad existen muchos estudios que demuestran el impacto de nuestra biología en el comportamiento humano. Fue el propio Humberto Maturana quien en su planteamiento en la década del 70 puso la idea que los seres humanos somos seres emocionales y que razonamos a partir de la emoción.
Existen otros autores como Stanley Keleman, sicólogo estadounidense, quien planteó en su libro Anatomía Emocional (Center Press, Berkeley, 1ª Edición 1987) que nuestra biología se configura a través de movimientos de expansión y contracción modificando directamente nuestra siquis y sistema emocional. Lo anterior abre una nueva forma de entendernos como seres humanos ayudándonos a comprender cómo las diversas experiencias de la vida influyen en nuestro comportamiento, configuración somática y lo que encuentro más relevante, entregándonos un camino para re-configurarnos hacia formas que nos permitan actuar con mayor bienestar y asertividad en nuestros propósitos. En simple, podemos acceder a nuevas conductas y estados emocionales modificando nuestro dominio corporal.
Veamos cómo se aplica en la práctica. Supongamos que eres de las personas que las situaciones que percibes como conflictivas te generan algún grado de tensión, ya sea que tengas que realizar una exposición o defender una idea, cualquier atisbo que tu cuerpo perciba como amenazante tenderá a tensionarse y el mecanismo aprendido en tu vida fue la evitación.
Para sobrellevar dichas situaciones aprendiste a zafar los compromisos que te dirigieran a dicho lugar o bien, a ceder ante las ideas de otros. No importa que la situación primaria que dio origen a dicha conducta haya sucedido muchos años atrás, en tu cuerpo quedó registrado dicho patrón de comportamiento. Entonces, ante situaciones que tu biología juzgue como similares aplicará dicho patrón y en caso de verse presionado a ello se tornará resistente y rígido configurando tu pensamiento para que la situación no cambie. De nuevo, ¿te suena similar?
Ahora en tu etapa adulta, ya sea tuya o de otro, juzgarás este tipo de comportamiento como adverso a los cambios, poco flexible o “realista” en un intento de justificarlo (Sesgo de Status Quo).
En tiempos actuales de incertidumbre probablemente tengas dificultades para responder rápidamente a lo que el entorno te exige.
¿Qué podrías hacer?
Sin querer ser simplista podrías comenzar por prestar atención a tu disposición corporal cada vez que te veas enfrentado a dichas situaciones identificando qué partes de tu cuerpo son las que se tensan, si es posible intensificar dichos patrones de comportamiento permitiendo que tu cuerpo evoque las imágenes que quedaron grabadas en su anatomía para que a partir de ello pueda generar nuevos movimientos y grados de distensión. Parece simple y no lo es ya que nuestra mente tiende a racionalizar cada tipo de comportamiento dándole una explicación coherente a cada una de ellas.
Por ahora los invito a tomar consciencia de su mundo corporal y ver en qué nivel de tensión se mueven en la vida, ya que con ello tendrán un gran avance en descubrir nuevos patrones.
Finalmente, el cuerpo es más que una forma física de movernos en el mundo y nuestra apariencia es más que los patrones que nos dicta la sociedad, es nuestra casa en la que habitamos y refleja nuestra historia de vida. Tenemos que recuperar el conocimiento perdido por darle tanta importancia a la mente.
Respira profundamente unas tres veces y verás que tu estado emocional y tensional cambiará.